jueves, 14 de junio de 2012

Algunas notas sobre el origen del comunismo anárquico



El  texto  a     continuación, es desde la Pag. 45 a la 50 del libro la Antología Documental del Anarquismo Español Volumen 1: Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896). He suprimido las citas para facilitar la lectura en formato blog, igualmente las pueden consultar en el siguiente link http://es.scribd.com/doc/60860012/Antologia-documental-del-anarquismo-espanol-V-I#outer_page_44


  II.  Estructura del anarco-comunismo
II.1 Las primeras manifestaciones del anarco-comunismo.

El anarco-comunismo había comenzado a ser teorizado por Kropotkin a mediados de la década de los setenta, siendo adoptado también por Malatesta, Cafiero y otros de forma independiente. A finales de dicha década había sido prácticamente asumido por el movimiento anarquista internacional.

El Congreso de Londres de 1881 confirmó esta tendencia, además de crear las bases para la aparición de grupos de expresión radical, con intentos individualizados de acabar con el régimen de explotación por medio del atentado personal. Al Congreso de Londres asistió un delegado español que estuvo en todo de acuerdo con las proposiciones de Malatesta. 

Pero en España no se dio mucha publicidad a sus resoluciones. La explicación se encuentra en la trayectoria que tomó la FTRE diametralmente opuesta a aquellas. Sin embargo en el congreso de Sevilla de 1882, Miguel Rubio, delegado por la sección del pueblo andaluz de Monteja que, intervino en la discusión sobre "Línea de conducta que conviene seguir en las actuales circunstancias", después del extenso discurso de Josep Llunas defendiendo el colectivismo, declarándose a su vez comunista.

Según sus propias declaraciones había llegado a las ideas comunistas a través del estudio detenido de los estatutos de la Alianza Internacional para la Democracia Socialista.

Ignoramos con detalle su actuación posterior, aunque sabemos que intentó propagar sus ideas, sobre todo en Sevilla, con escaso éxito, siendo calificado de "perturbador". Las ideas anarco-comunistas se infiltraron en España a través de una de las vías más idóneas en aquellos momentos: la emigración política. 

La ola represiva que había comenzado en toda Europa contra el anarquismo a finales de la década de los años 70 y principios de la siguiente, en particular con el célebre proceso de Lyon en el que, junto a Kropotkin, fueron juzgados numerosos anarquistas de esa ciudad, del sudeste y de París, provocó una afluencia hacia España de refugiados que huían de la misma.

El primer órgano anarco-comunista en la prensa -La Justicia Humana - decía textualmente: "Somos anarquistas-comunistas y venimos por medio de la prensa a propagar estas ideas (...) No somos partidarios de organizar en sentido positivo a las clases trabajadoras, aspiramos a una organización negativa. Anarquistas en toda la extensión de la palabra sin formar un cuerpo manejable, que lo mismo pueda servir en beneficio que en prejuicio del objeto para que fue creado..."

Dejaba bien claras las diferencias que les separaban de sus oponentes anarco-colectivistas: "Somos comunistas anárquicos y por consiguiente enemigos de la propiedad individual que los colectivistas determinan en el producto íntegro del trabajo de cada uno (...) De la escuela colectivista nos separa el que santifica la propiedad individual que resulta del trabajo de cada uno..."

Quizá la importancia de este periódico -además de abrir brecha en el camino de penetración del anarco-comunismo- radique en la elaboración -por primera vez en  España- de los planteamientos teóricos de los "grupos efímeros" que tanta importancia tendrían en el movimiento anarquista: "En el artículo anterior hemos visto que los individuos podían llegar a agruparse y a entenderse en la organización que se originaría de sus relaciones diarias, sin que fuese precisa entre ellos la existencia de una autoridad, por el mero hecho de agrupamiento y reunión de las afinidades, de las mismas tendencias, del mismo objeto que se quiere conseguir."

El escaso apoyo y arraigo de esta ideología en España en esos momentos, explicaría su corta duración: ocho números, con dos meses de intervalo entre el último y el anterior.

II.2 Los grupos anarco-comunistas

 Casi dos años más tarde, volvieron a editar un periódico que alcanzó una más larga duración y al que pusieron por titulo de cabecera un nombre ya mítico, el cual con el correr de los años se convertiría en el órgano "oficioso" de los grupos anarquistas y posteriormente sería el órgano de la FAI: Tierra y Libertad .

 En sus páginas los anarco-comunistas pusieron por primera vez en España las bases teóricas de los grupos anarquistas que tanta importancia tuvieron en las cuatro primeras décadas del siglo XX. 

La base de toda organización no autoritaria debe ser necesariamente el individuo, el interés nacido en éste de comunicar sus ideas, sus necesidades, o sus impresiones a otros individuos le acercará a aquellos que tengan sus mismos problemas y aspiraciones, es decir, aquellos que le sean afines. 

Se habrá de este modo constituido el grupo, sin que para su creación hayan sido precisas otras leyes que las naturales. Del mismo modo, tampoco será necesario, en absoluto, establecer otras para su conservación. El grupo permanecerá constituido mientras subsistan las causas que le hicieron nacer y la fuerza de repulsión de los individuos del grupo no sea mayor que su atracción. 

Una de las principales características del grupo anarquista es que cualquier individuo integrante del mismo se halla siempre en la plenitud del derecho a desplegar todas sus facultades naturales sin que sea necesario para ello estar sujeto a mayorías o minorías. La libertad del individuo en el seno del grupo no puede ser coartada bajo ningún concepto. Nadie debe dictarle leyes para regular sus acciones. Su propia disposición a permanecer integrado en el grupo será laque regule el trato con los demás. Partiendo de esta teoría, la propensión de cualquier individuo a imponerse a los demás por la fuerza se verá contrarrestada por la fuerza de los que la rechazan, resultando de ello el equilibrio orgánico del grupo. 

El objetivo del grupo una vez constituido debe ser necesariamente la extensión de la propaganda y contribuir con su esfuerzo al abatimiento de cuanto se oponga ala marcha de la revolución. Naturalmente procurará ponerse en contacto, no solo con grupos de su localidad, si los hubiera, sino con los de otras localidades. En punto a propaganda, es lógico que se proponga la creación de una biblioteca, de  un periódico, hojas impresas o bien la propaganda oral con el fin de promover la creación de nuevos grupos o simplemente como grupo de acción revolucionaria, procurándose además medios adecuados para el combate. 

Si un grupo es pequeño es fácil entenderse. Las dificultades de entendimiento aumentan en la medida en que el grupo se amplía y se hace más grande. Esta dificultad se resuelve haciendo que todos los pensamientos y actividades tengan campo de acción. El individuo es libre de poner en acción sus pensamientos sin tener que consultar a nadie, pero si decide comunicar sus iniciativas será por propia voluntad y sin imposición de nadie.

En lo que se refiere al modo de reunirse y discutir los anarco-comunistas rechazan por completo la idea de que necesariamente de cada reunión deban salir acuerdos y la mayoría debe imponerse a la minoría por la sola razón de su número. En el caso de que en una discusión sobre un proyecto cualquiera hubieran dos o más opiniones divergentes, la solución sería que cada una de ellas la pusiera en práctica, de lo cual resultaría -dado que todos concurren al mismo fin- un beneficio para todos. 

En lo tocante al problema financiero, éste debe ser resuelto por la aportación voluntaria de cada individuo, sin cuotas fijas. Siendo la administración de los grupos competencia exclusiva de cada uno de ellos. 

Todo lo dicho sobre la relación entre individuos de un mismo grupo, puede hacerse extensivo a la relación entre los grupos de una misma localidad. La necesidad de comunicarse, de ponerse en relación unos con otros, les empujará a reunirse entre sí, sin que para ello fuera necesario un comités de coordinación o cosa parecida. Lo superfluo de ese organismo era evidente para los anarco-comunistas. Si éste no tiene ningún tipo de atribuciones es absolutamente innecesario y si alguna se le concede se haría en detrimento de la autonomía delos grupos.               

Igual ocurre si se trata de relaciones con grupos de distinta localidad. Son innecesarios comités de relación cuya única tarea -teóricamente- sea la elaboración de estadísticas, ya que éstas pueden ser llevadas a cabo por cualquiera que lo desee. Los grupos son perfectamente libres de mantener correspondencia con cuantos grupos deseen y su propia dinámica los llevará a ello. 

Los grupos anarquistas de principios de siglo eran los mismos o bien se nutrían de las mismas ideas de los anarco-comunistas de los años ochenta. Su actividad la detectamos por la extraordinaria afluencia de periódicos anarquistas en los diez primeros años del siglo. Ya veremos en su momento que la continuada actividad de los grupos anarquistas hizo que la CNT, surgida después de varios ensayos de organización, fuese algo más que un nuevo intento fallido.


III. La polémica ideológicaIII.1 Anarco-comunismo versus anarco-colectivismo

 Antes de abordar el análisis de esta polémica, que alcanzó gran virulencia en la región española, creo necesario puntualizar algunas cuestiones metodológicas que faciliten su comprensión. Hasta ahora, la práctica totalidad de los historiadores han venido repitiendo, con más o menos acierto, que las luchas entre comunismo y colectivismo provocaron las crisis internas de la FTRE, su decadencia y finalmente su desaparición en 1888. Sin embargo, intentaré demostrar que la ideología anarco-comunista tuvo muy poco que ver con estos hechos y sólo cobró importancia cuando las crisis internas del anarco-colectivismo abrieron brecha suficiente para que penetrase y acabase por hundir el carcomido edificio.

Señalemos algunos de estos análisis, seleccionados entre otros. Temma Kaplan, estudiando los primeros enfrentamientos en el seno de la FTRE, afirma: 

"Las cuestiones teóricas tomaron formas políticas en el segundo Congreso nacional de la FTRE en Sevilla en 1882, cuando los anarco-comunistas y los anarco-colectivistas se dividieron en torno a los fines a largo plazo y la estrategia a corto plazo, división que reflejaba diferencias fundamentales entre el sindicalismo reformista y el comunitarismo propenso al terrorismo. Los juicios de la Mano Negra añadieron acritud a esta lucha, pero fueron probablemente menos significativos que el crecimiento de la Unión de Trabajadores del Campo y su huelga de Jerez, en junio de 1883, durante la recolección. "Más adelante continúa diciendo: 

"El debate del Congreso de Sevilla de 1882 entre colectivismo y anarco-comunismo también giró en torno a la táctica de la violencia. Los colectivistas temían que la violencia provocara la represión del gobierno sobre las Uniones, mientras que los defensores del terrorismo sostenían que los parados podían usar el terrorismo de manera eficaz contra los terratenientes." El resto del capítulo sigue en la misma línea Díaz del Moral, aunque ya establecía diferencias profundas en el seno de la FTRE, lo hacía prudentemente en base a las tácticas, señalando, sin embargo -erróneamente a nuestro entender- influencias del anarquismo europeo en las directrices más radicales. Se llega por este camino a un fatal esquematismo:

 "Les différences profondes qui séparent les anarcho- collectivistes catalans et lesanarcho-communistes andalous amènnent la desagrégation de la F.T.R.E."

La falta de espacio imposibilita hacer un análisis a fondo del contenido de esta polémica, por ello me limitaré a señalar lo más importante, teniendo en cuenta que en los términos en que ésta estaba planteada, la única solución sería la que más tarde se adoptaría para superarla: el anarquismo sin adjetivos. 

Mucho más esencial que la diferente concepción en cuanto a los fines, sería la divergencia que se establecía en el tipo de organización que era necesario estructurar para poder llevar a cabo las ideas que ambas partes sostenían. Los colectivistas defendían que el trabajador era dueño del producto de su trabajo, siendo los instrumentos necesarios para llevarlo a cabo propiedad de la colectividad, mientras que los comunistas eran partidarios de una distribución regulada por las necesidades de cada individuo. 

Los presupuestos colectivistas exigían necesariamente la formación de una comisión encargada de valorar el producto íntegro del trabajo que cada cual realizaba, lo cual comportaría la creación de instituciones y de una burocracia que sería la encargada de arbitrar los conflictos que casi indefectiblemente surgirían en ese campo. El resultado final, según los críticos anarco-comunistas, se diferenciaría muy poco de una estructura social autoritaria, ya que la comisión acabaría convirtiéndose en un gobierno o cosa parecida, lo cual negaría el principio anarquista de sus propuestas. 

Los anarco-comunistas elaboraron sus teorías partiendo precisamente de la necesidad de crear una estructura antiautoritaria, es decir, una organización social en la cual no hubiera necesidad de crear superestructuras y las únicas organizaciones fueran las absolutamente imprescindibles para subvenir a las necesidades de la colectividad. Partiendo, pues, del anarco-colectivismo llegaron a la conclusión que la única forma de resolver el problema era la socialización de la distribución. Mediante la fórmula a cada cual según sus necesidades se impedía la creación de organismos que estuvieran por encima de aquellos creados para la producción. La principal objeción de los colectivistas a estas teorías radicaba en su negativa a considerar el espontaneísmo como una forma de organización válida para estructurar las relaciones sociales.

Argüían que la falta de estímulo de los individuos para dedicarse al trabajo haría que la producción se paralizase y se generalizase de ese modo la miseria, con el consiguiente peligro de volver de nuevo al estado anterior. En España el único modo de cortar el nudo gordiano, ya que un entendimiento manteniendo cada cual sus posiciones era imposible, fue el acuerdo de participar todos en la acción anarquista independientemente de la finalidad económica que cada cual sostuviese o apoyase. A esta fórmula se le denominó anarquismo sin adjetivos.







No hay comentarios:

Publicar un comentario